viernes, 17 de octubre de 2014

C.P. HISTORIA

Asignatura: Pensamiento Político, siglo XX
 
LA IDEOLOGÍA PEQUEÑO-BURGUESA PRO-IMPERIALISTA


Como en toda sociedad, el Perú posee en su estructura social sectores que se ubican en la mitad de la pirámide clasista. La sociología norteamericana y burguesa en general denomina a ese segmento como “clase media” o fracciones mesoclasistas que, a decir de ellos, es la clase que quedará como única en el futuro, porque a ella se reducirán por un lado la clase “alta” cuando ésta cobre conciencia de que atesora egoístamente exorbitante riqueza que debería compartirla con otras franjas, y la clase “baja” porque una vez que se instruya ésta, alcanzará mejores niveles de vida material e intelectual.

El materialismo histórico conceptúa, en cambio que, conforme se agudizan las contradicciones, la pequeña burguesía quedará diluida en algunos de los dos polos extremos de la organización social. O se proletariza por no tener poder adquisitivo para subsistir y entonces no le toca sino compartir con los obreros en la lucha de clases, enfrentándose al poder dominante porque lo ha pauperizado (empobrecido). O en su defecto, obtiene alguna ventaja trabajando con denuedo y tesón para encontrar un sitio en la esfera burguesa o espera algún “milagro”, el azar o la casualidad, para situarse en el escalón del sector dominante. Lo más común es que se empobrezca. Tal es lo que ocurrió, por ejemplo, con MANUEL GONZÁLES PRADA, que habiendo pertenecido sus padres a una aristocracia católica y ultraconservadora, terminó relegado por otros congéneres que con mentalidad pragmática se valieron de los oscuros negocios del guano, de la refinanciación de la deuda pública o de su entendimiento con el imperialismo, para insertarse dentro de la oligarquía peruana. Precisamente esta situación lo indigna y según Basadre lo saca de sus casillas y lo hace estallar hasta lanzar imprecaciones contra los defensores del statu quo.

Es verdad que Prada como mediano rentista de su hacienda “Tutumo” y de sus solares limeños tiene ingresos superiores a sus gastos de manutención y sufraga sus necesidades con su propio estipendio, pero esta clase de intelectuales, según explica Mao Tsetung, en tiempos de guerra se unen a las acciones. Y esto es lo que hace Prada en pleno conflicto bélico. Por ello le mortificará la conducta del presidente Mariano Ignacio Prado; pero las energías de Gonzáles Prada que muy bien podrían haber sido correctamente canalizadas a través de una paciente organización partidaria, aprovechando la correlación de fuerzas existente en ese entonces, no las emplea.

Gonzáles Prada está desesperado porque la revolución se haga inmediatamente y a nivel universal. No cree en los pasos trazados por la ideología proletaria. Más lo convencen Bakunin, Kropotkin, Réclus y Faure, y entonces su lucha no la dirige sólo contra las clases que están instaladas en el poder (terratenientes, burguesía incipiente y testaferros del imperialismo), sino contra todas las clases y sectores sociales, contra todas las autoridades e instituciones, para finalmente terminar sin partido, sin organización y sin éxito.
Por acusar y poner en el banquillo a todo el mundo, termina sin afectar los intereses del capitalismo monopólico que continuará esquilmando en los enclaves . Y tal es lo que acontece también con Haya de la Torre que, siendo de abolengo aristocrático (según su biógrafo Eugenio Chang Rodríguez), al llegar a Lima ya no puede competir en San Marcos con los Aspíllaga, Miró Quesada, los Prado y los Pardo. Empezará así a combatirlos primero desde la trinchera de la Federación de Estudiantes del Perú y después desde su propio partido. Imbuido de literatura anarquista y marxista, su comportamiento sin embargo varía de matiz; utiliza un lenguaje pugnaz en sus intervenciones como estudiante y político; pero, en su afán de trepar a posiciones más expectantes, por su condición económica cercana a la mediana burguesía, capituló dando crédito a la propaganda de ésta y en su intimidad empezó a desconfiar de la revolución que su séquito esperaba. Por ello, Haya finaliza desairando a Barreto en Trujillo, a los marineros en el Callao, a Jiménez en Ancash; por esta misma razón, cuando De la Puente, Malpica, Valle Riestra y De las Casas le increpan por la dilación (tardanza) de las acciones revolucionarias, se incomoda y concluye decretando la expulsión.

La conducta pequeño-burguesa es como sabemos, fluctuante, versátil y oportunista, y la inconveniencia más clara en el panorama de la lucha de clases reside en que, cuando dicha clase está conducida por líderes que están más cerca de la burguesía, rematan hipotecando su programa a favor de la clase fundamental que tiene el control de los medios de producción, esto es, si bien al comienzo pueden proclamar banderas antiimperialistas, al final acaban sometiéndose a los designios del capitalismo monopólico. He ahí su carácter pro-imperialista.

De los pequeño-burgueses que ocupan el escaño parlamentario o de los que ofician de funcionarios, así como de los juristas y asesores tampoco puede esperarse acciones que favorezcan a las clases desposeídas. Esto es lo que sucedió con Hildebrando Castro Pozo y Luciano Castillo, que llegaron a fundar en Piura un Partido Socialista desorientando al campesinado y proletariado, o el caso de Uriel García, José Antonio Encinas y Luis E. Valcárcel, que siendo indigenistas y sensibles frente a la opresión del campesinado peruano, por conservar su situación de clase no arriesgaron a nada. Es cierto que no se pronunciaron en contra de la revolución bolchevique, pero también es cierto que su contribución a la forja del proletariado no estuvo dentro de sus objetivos. El suceso más aleccionador es el de Valcárcel, quién después de haber anunciado poéticamente en Tempestad en los Andes la presencia de un Lenin peruano, a partir de 1945 y coincidentemente cuando ejercía la función de Ministro de Educación, modificará sus puntos de vista ante la agresión yanqui y finalizará facilitando la entronización de éste en los asuntos culturales de nuestro país. Esto no quiere decir que todo lo ejecutado por el indigenismo haya caído en saco roto. Si tenemos en cuenta las limitaciones de clase que poseen los movimientos reformistas y populistas de este género, coincidiremos con Carlos Iván Degregori que sintetiza este humor en las siguientes características:

• Su pensamiento sobre el pasado, porque algunos de ellos pidieron su retorno al Tawantinsuyo.
• Su racismo, porque estuvo dirigido a defenestrar a los blanco e hispanos.
• Su exotismo, porque algunos pequeño-burgueses se sirvieron para mercantilizar la indumentaria autóctona (chullos, ponchos, mantos, etc.).
• Su paternalismo,  porque creyeron que invocando a los gobernantes de turno como Leguía, podría obtenerse la compasión de la clase dominante.
• Su populismo,  porque insufla en demasía el papel del campesinado con olvido de la ideología proletaria.

Se registra entonces en el Perú hasta el instante en que sale a la palestra José Carlos Mariátegui, el que al haber identificado como Gonzáles Prada, el “problema del indio” como un problema nacional, según José Aricó en una “forma particular y concreta” y al haber señalado el papel del proletariado, de las masas rurales y de los intelectuales en la revolución habría de entregar una de las más importantes contribuciones al país, y al mundo.

Fallecido el Amauta, en las décadas del treinta y cuarenta, brotan opacamente algunas tendencias neoindigenistas, hasta que en 1955, emerge el Movimiento Social Progresista, cuyo ideólogo más visible fue Augusto Salazar Bondy, pero su pensamiento es también de cuño pequeño-burgués. Salazar y todos los integrantes de ese movimiento conceptuaban que la prédica marxista de contribuir a situar al proletariado en el poder, era dañino porque limitaba los derechos de las otras clases sociales y atentaría contra todo principio democrático y revolución auténtica. Y es que, si bien Salazar no tiene por objetivo inmediato el amasamiento de fortunas, puesto que su cenáculo está conformado por intelectuales de clara tendencia idealista-ética, sin embargo en la confrontación “terratenientes-yanaconas”, “burguesía-proletariado” no optan por una línea clara. Prefieren mantenerse neutrales, aunque no se oponen a la revolución; algunos de ellos simpatizan con la gesta cubana de 1959 aunque otros se quedan estupefactos. Pero Marx, en Miseria de la Filosofía ha aclarado suficientemente que apelar al humanitarismo o a la filantropía, para reclamar que el Perú redoble sus ingresos levantándose temprano y acortándose tarde, no tiene como meta el socialismo, sino convertir a todos los hombres en burgueses. He ahí el carácter pro-imperialista de las tendencias “humanistas”.


Termina esta tercera parte del texto, adjuntando sucintamente el pensamiento de David Sobrevilla Alcázar, intelectual que vienen dedicando sus esfuerzos a la estructuración de una completa Historia de las Ideas en el Perú. La periodización de las épocas del pensamiento peruano y la clasificación de los pensadores por cada época no difiere sustancialmente del cuadro que nos ofrece Salazar Bondy o Miró Quesada. Está ausente el carácter de clase del pensamiento de cada uno de nuestros intelectuales. Y esto porque Sobrevilla no es un filósofo marxista. Es un estructuralista. Sin embargo, es rescatable su opinión en torno a que la filosofía no puede servir sólo al país en el cual nace. Concuerda en ese sentido con Guardia Mayorga, en la dimensión ecuménica de la capacidad reflexiva.

Trabajo:
- Elaborar preguntas en base a la lectura. (Para el martes 21 de octubre)

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