viernes, 31 de octubre de 2014

C.P. HISTORIA

Asignatura: Pensamiento Politico Peruano, siglo XX

Análisis del video:
Conferencia Magistral del presidente de Ecuador, Rafael V. Correa Delgado:
"El ser humano por encima de las utilidades" (Guatemala: 19-08-2014)



Ciudad Yachay - Ecuador



Lectura: Ficha N° 7:
José Uriel García Ochoa (Fotocopiadora)

domingo, 26 de octubre de 2014

C.P. HISTORIA

Asignatura: Fuentes de la Historia

El Reportero de la Historia

Juan Polo de Ondegardo

(Por Francisco José del Solar Rojas)

Juan Polo de Ondegardo es el gran creador del derecho indiano criollo. Nació en Valladolid (España) y falleció en La Plata, el 4 de noviembre de 1575. Sus padres fueron Diego López de León y Jerónima de Zárate. Se desconoce con exactitud dónde accedió a la notable formación jurídica que ostentó desde su llegada al Perú. Sin embargo, presumimos que fue en la Universidad de Salamanca, por el diálogo que sostuvo con el primer virrey del Perú, Blasco Núñez Vela, a quien detuvo por orden de los oidores de la Real Audiencia de Lima. Empero, ¿cómo y por qué el licenciado Polo de Ondegardo vino a nuestro país?

De acuerdo con el ilustre historiador Raúl Porras Barrenechea, el viaje de Juan Polo de Ondegardo obedeció a la invitación que le hizo su tío materno, el cronista Agustín de Zárate. Por otro lado, traía la representación del capitán Hernando Pizarro, hermano del gobernador Francisco, para encargarse de sus intereses producto de la conquista, habida cuenta que él ya no regresaría a las tierras del Tahuantinsuyo. La travesía al nuevo continente la hizo en la armada que trasladó al flamante virrey Núñez Vela, con quien entabló relación de amistad. En este contexto, ignoramos también cuándo y por qué nuestro personaje adoptó el nombre de Juan Polo de Ondegardo.

Lo cierto es que, además de Porras, los que más han estudiado y trabajado la vida y obra del abogado valladolidano son los historiadores Horacio Urteaga y Carlos A. Romero, quienes editaron parte de los manuscritos de Polo, en 1916 y 1917. Asimismo, el historiador y abogado Guillermo Lohmann Villena, al investigar y difundir nuestra historia de esta confusa época, de donde se puede desgajar el aporte jurídico del ilustre soldado y jurista de la Conquista que sentó las bases del primigenio derecho peruano. Dicho sea de paso, nos adherimos a la tesis de que no hubo derecho inca, sino un pre derecho, el cual tuvo algunas fórmulas primitivas de control económico, político y de orden social. Empero, ahora nos interesa subrayar los aportes jurídicos de este valladolidano, licenciado en leyes.

Para Porras, Polo de Ondegardo no fue un cronista en el real sentido de la palabra. La historia le interesó poco o nada. Llegó a ella por accidente, sólo para “sustentar medidas administrativas referentes a los indios o para probar fórmulas jurídicas favorables al dominio español en América”… “Lo que le preocupa es el fenómeno jurídico, y la costumbre viviente de su época más que la pasada”. De ahí que interroga a los indios, de arriba y de abajo, sobre la organización y controles establecidos por el Estado quechua, con la finalidad de “implantar un sistema tributario español basado en el de los Incas”. Buscó y encontró sentido utilitario a ciertas costumbres aborígenes que incorporó al derecho castellano que se venía aplicando en las tierras conquistadas. Así, fue el verdadero y primer gran creador del derecho indiano criollo, orden jurídico que oprimió a los indígenas por más de 300 años.

Juan Polo pudo elaborar y sistematizar este derecho, en virtud a su formación legal y en su condición de, primero, reconocido colaborador del Pacificador Pedro de la Gasca. Segundo, de sagaz asesor del tercer, cuarto y quinto virreyes: Andrés Hurtado de Mendoza, segundo marqués de Cañete; Diego López de Zúñiga y Velasco, conde de Nieva; y Francisco de Toledo, respectivamente. Y, tercero, porque no había ninguna duda o mínima sospecha sobre su profunda fidelidad al rey y absoluta identificación con las medidas y acciones de guerra para la Conquista. Esto es, que se mantuvo prudentemente alejado de las teorías ius-naturalistas y humanistas de los curas dominicos Francisco de Vitoria y Bartolomé de las Casas.

No obstante esta situación, en la historia se le ubica a Polo de Ondegardo como el conductor de la escuela de cronistas toledanos, en la que se incluye, además, a otros juristas, como a los oidores Juan de Matienzo y Hernando de Santillán. Los tres, en conjunto, son llamados “cronistas legistas” por el ilustre historiador inglés Sir Clement Markham, quien ubica a Juan Polo como el jefe de la corriente histórica “toledana”. ¿Cómo y por qué esta apreciación? Vayamos a la actuación de nuestro personaje.

Polo desembarcó junto con el primer virrey Núñez. Producidos los ilícitos de éste contra la Real Audiencia de Lima y los drásticos hasta sanguinarios abusos cometidos en agravio de los encomenderos, el soldado-jurista tomó partido por la máxima autoridad judicial del virreinato, es decir, la Real Audiencia. A Blasco Núñez le faltó sagacidad e inteligencia para imponer el mandato de las Leyes Nuevas de 1542 y las adicionales de 1543. Las primeras crearon el Virreinato y las segundas la Audiencia. Quienes las criticaban o se oponían a ellas, de inmediato fueron perseguidos y ajusticiados por el virrey. Como consecuencia de ello, fue llamado “el virrey asesino” (casos de los encomenderos Factor Illán Suárez de Carbajal y Antonio del Solar) y entró en conflicto con los oidores de la primera Audiencia de Lima (setiembre, 1544), a la cual, consecuentemente, desconoció. Los encomenderos –entre ellos, Gonzalo Pizarro– se aliaron a los oidores. Éste, de inmediato se irguió como caudillo de la rebelión.

Dado los vínculos de Juan Polo de Ondegardo con los Pizarro, se puso a las órdenes de Gonzalo, el último de los hermanos que quedaba en el Perú. De acuerdo con el cronista Herrera, Polo participó en la captura del virrey, quien le increpó: “que si con aquellas leyes que juzgaban se aprendían en Salamanca”, a lo que su captor, le replicó: “que se lo dixera si se hallara en Valladolid o en Madrid, pero que aquí no habían leyes”, apunta Porras. De este diálogo, presumimos que, en alta mar, Juan le contó a Blasco, que era licenciado en leyes por Salamanca. El trágico final de este virrey lo registra la historia así como el triunfo de la imposición de la voluntad popular contra el dictador y sus abusos.
Hasta aquí, para Juan Polo todo iba bien. Empero, la cercana relación que había fortalecido con Gonzalo incomodó sobremanera a Francisco de Carvajal, “El demonio de los Andes”, lugarteniente del caudillo. Carvajal dio rienda suelta a sus arrebatos de celos y cuestionó al licenciado valladolidano. Le maltrató y le tomó prisionero en Cusco (1546). Le trasladó a Lima y, afortunadamente, el soldado-jurista logró huir y viajar a Trujillo con la finalidad de unirse al Pacificador y presidente de la Audiencia de Lima, sacerdote y jurista salmantino Pedro de La Gasca, enviado por el emperador Carlos V, con el fin de imponer orden y paz en estas tierras de su vasto imperio, en el cual “no se ocultaba el Sol”. No haciendo ningún favor a los abogados de ayer y hoy, Porras afirma: “Como buen legista, Polo de Ondegardo cambia a tiempo la casaca a favor del Rey”.

De la Gasca –que, supuestamente, conocía a Polo de Salamanca– le exigió explicaciones de cómo es que había participado en la rebelión y en un proceso contra él y sus auxiliares, llamándoles “usurpadores y alborotadores y destruidores del bien de la República, y le habían condenado a la pena de muerte”. Contestó, entonces, que Gonzalo Pizarro había ordenado que se le abriera juicio sumario y se le sentenciara con dicha pena, lo cual se comunicaría al rey para evitar más represalias reales. Según investigación del historiador Teodoro Hampe Martínez, la sentencia sólo fue firmada por el jurista Diego Vásquez de Cepeda, pero elaborada, además, por los licenciados Benito Suárez de Carbajal, Antonio de la Gama, Juan Polo de Ondegardo, Niño y el bachiller Vélez de Guevara. Otros historiadores dicen que el licenciado valladolidano no participó, se abstuvo y hasta persuadió a Gonzalo de no cometer tamaña ilicitud y que se merecía respeto por ser enviado directo del rey y, además, ser sacerdote. Sin duda, esta conveniente explicación agradó al Pacificador. Por ello, le perdonó e incorporó en su ejército, según su tío carnal Zárate, mencionado por Porras.

A partir de entonces, la historia jurídica, militar y política de Juan Polo de Ondegardo va de la mano con la del licenciado De La Gasca. Es obvio que dada la situación de coyuntura, primero serán las acciones y logros como soldado y luego como jurista. De ahí que participó activamente en la batalla de Jaquijahuana (9-4-1548), donde Gonzalo Pizarro fue vencido y muerto. De la Gasca envió al soldado-jurista a la región de Charcas para reducir a los rebeldes. Le otorgó los títulos de Justicia Mayor, Gobernador y Capitán General de la Plata. Desde Charcas organizó las expediciones hacia Tucumán y La Plata, obteniendo resonantes triunfos. El Pacificador le recompensó con “un gran repartimiento en Charcas” (Reparto de Guaynarima, agosto 1548). Sin embargo, debemos anotar que Polo no quedó muy conforme con esa distribución, a la que calificó, años después, de errada, según su informe al licenciado Briviesca de Muñatones sobre la perpetuidad de las encomiendas en el Perú (1561).

Pacificado el virreinato, De la Gasca, en su calidad de presidente de la Audiencia de Lima y conocedor de la formación jurídica de Polo, le encomendó la redacción de “las primeras ordenanzas de minas del Perú, para la mejor explotación de la plata de Potosí”, normas que promulgó el Pacificador antes de retirarse del país (25-1-1550). Lamentablemente, dejó sólo en su pensamiento la intención de nombrarle oidor. No obstante ello, Juan se sintió reconocido y apreciado, amén de que esta cercana relación y colaboración fue el inicio de su larga y exitosa carrera de legista. En Chuquisaca, el soldado-jurista se casó con doña Jerónima Contreras y Peñaloza, nieta de Pedrarias Dávila. Tuvieron seis hijos. El mayor fue bautizado con el nombre de Hierónimo y heredó las encomiendas.

Mientras llegaba el segundo virrey, Antonio de Mendoza, el cual venía de ejercer igual cargo en Nueva España, la administración virreinal quedó en manos de la Real Audiencia que, a la sazón, presidía el ilustre jurista salmantino, Andrés de Cianca, quien vino junto con De La Gasca, como hombre de leyes, compañero de estudios y amigo personal. Polo se dedicó a sus labores agrícolas. El nuevo virrey asumió el cargo el 23-9-1551, y por razones de salud no pudo visitar y enterarse personalmente de lo que pasaba en el país, tarea que se la encomendó a su hijo Francisco. Éste conoció a Polo en Potosí y, al término de la misma, viajó a España para rendir, en nombre de su padre, el informe correspondiente. El virrey agravó y falleció el 21-7-1552.

De nuevo, el gobierno recayó en la Audiencia, presidida entonces por el jurista Melchor Bravo de Saravia e integrada por los oidores De Cianca, Hernando de Santillán y Pedro Maldonado. Empero, la paz y tranquilidad sociales fueron alteradas por Francisco Hernández Girón, en Cusco, el 12-11-1553. Ello aceleró el nombramiento del tercer virrey, Andrés Hurtado de Mendoza, quien hizo su ingreso al virreinato por Paita, donde permaneció un buen tiempo. Después pasó a Trujillo, haciendo lo mismo, para luego venir a Lima y sofocar definitivamente la revuelta. Convocó a Juan Polo de Ondegardo, y éste venció al rebelde en Chuquinga y Pucará.

El soldado-jurista fue premiado por el virrey quien le otorgó la encomienda de Cochabamba y, a la vez, lo nombró corregidor de Cusco (08-08-1558). Cargo que ostentó hasta 1561. Ahí estudió las creencias y costumbres de los indígenas, y descubrió cinco momias de reyes incas, las mismas que fueron enviadas a Lima para que no sirviesen de objeto de idolatría. Hurtado de Mendoza dispuso que se enterraran en el patio del hospital de hombres que había construido, en 1556.

En su corregimiento, Juan Polo dividió a los indios en cuatro parroquias, edificó una iglesia en cada barrio y nombró a los primeros alcaldes y cofradías de indios de acuerdo con las ordenanzas que el virrey aprobó en 1560. Redactó las normas legales para la mejor explotación y administración de las minas de Carabaya. Combatió la idolatría prohibiendo ciertas fiestas que los indios seguían realizando, y para el efecto de control y utilidad práctica elaboró un calendario de las mismas. De ahí su primera obra Tratado y averiguación sobre los errores y supersticiones de los indios (Cusco, 1559), la cual fue adoptada por el Concilio Provincial de Lima, en 1567.

Por su amplio conocimiento del virreinato, Polo de Ondegardo fue llamado por el cuarto virrey, López de Zúñiga, a quien asistió en el nuevo reparto de encomiendas. Después, también fue convocado por el quinto virrey, Francisco de Toledo. La relación con éste fue más profunda y proficua. Estuvo a su lado durante la visita a todo el territorio del virreinato. Toledo ha sido llamado “el Solón del Perú” por haber organizado política, jurídica, económica y socialmente el virreinato peruano. Empero, hay que reconocer que esta obra fue producto de la colaboración y activo trabajo del legista valladolidano. De ahí que el virrey no dudó en mantenerle a su lado durante su larga administración de doce años (1569-1581).

En este extenso período, Polo alcanzó su cenit como hombre de leyes. Recomendó otorgar carácter jurídico a las costumbres e instituciones indígenas que los españoles absorbieron rápidamente para su propio beneficio. En otras palabras, incorporar al derecho castellano todo aquello, sin importar su origen indígena, que convenga a los intereses hispanos, como, por ejemplo, la mita (forma colectiva de trabajo incaico –de la comunidad– en beneficio del Estado, sin necesidad de grandes fiestas, goces u otras retribuciones, como sí se daban en la minka. Esto es, sin practicar la reciprocidad, principio fundamental del sistema prehispánico). Con esta política se da el inicio del Derecho Indiano criollo, y por la manera de sacar provecho de lo indígena, sin destruirlo, hace que el soldado-jurista sea considerado un “indigenista utilitario”.

En este orden de ideas, Polo persuadió a Toledo para prohibir una serie de costumbres indígenas que iban contra la moral cristiana, por ejemplo, el servinakuy o matrimonio de prueba. Lo cual comprobaba la poca estima que los indios tuvieron por la virginidad, concepto eminentemente cristiano y occidental. Esta ancestral costumbre aborigen de la cópula anticipada fue estudiada por el jurista Héctor Cornejo Chávez en la década de 1970, y sus planteamientos sirvieron para que el matrimonio de prueba sea incorporado y reconocido legalmente en la Constitución de 1979 y, posteriormente, en el Código Civil de 1984.

Toledo dispuso que el soldado-jurista compilara las ordenanzas dictadas en los primeros años de su administración. Para ello contó con la ayuda del oidor Juan de Matienzo. Sendos hombres de leyes se basaron en los trabajos previos del jurista y oidor Hernando de Santillán, quien ya había viajado a España (1562). Lo cierto es que gracias a Polo y a De Matienzo, Toledo quiso hacer lo mismo que Vasco de Puga, en México (1563), compilar y publicar la legislación indiana y criolla. Lamentablemente, el esfuerzo no se concretó, empero, la producción legislativa a cargo de estos juristas fue recogida en forma posterior por los compiladores. El historiador Sebastián Lorente la incluyó en su colección de Relaciones de los Virreyes y Audiencias, presentando las ordenanzas de la siguiente manera: I) Para el buen gobierno de reinos del Perú (Cusco, 1-8-1572); II) Para los indios de todos los departamentos y pueblos de este reino (La Plata, 22-12-1574); III) De Minas (La Plata, 7-2-1574); IV) Para el buen gobierno de esta ciudad de los Reyes (Lima, 21-I-1577), y otras más (Tomo I, Lima, 1867).

Polo de Ondegardo “se constituyó en el defensor oficial del Imperio Español y en el impugnador regional de las tesis idílicas del obispo Bartolomé de las Casas”, sin identificarse con las ideas antiindigenistas de Juan Ginés de Sepúlveda, a las que –a ultranza– sí adhirió De Matienzo. En esta misma época, surge el licenciado Francisco Falcón, quien se atribuyó la representación y defensa de los indios, ubicándose dentro de la escuela lascasiana. Fue un acervo crítico de las disposiciones de Toledo y, en consecuencia, adversario de Polo. En un trabajo monográfico realizado en la maestría de Ciencias Penales en la Universidad San Martín de Porras, sostuvimos que Falcón podía ser considerado como el antecedente más primigenio del Fiscal de la Nación en Perú (Lima, 1988), por exigir el cumplimiento del principio de legalidad y justicia para los aborígenes.
Por otro lado, de paso sea dicho, que si bien es verdad que el Solón del Perú fue el gran organizador del Virreinato, no es menos cierto que lo hizo a sangre y fuego. De ahí que el abogado, historiador y antropólogo Luis Eduardo Valcárcel escribiera un importante libro bajo el título de El virrey Toledo, gran tirano del Perú (Lima, 1940). Dentro de estas ubicaciones, habría que decir que Polo se encuentra en la mitad, es decir, entre De Matienzo y Falcón, aunque la razón sea por el interés utilitario que antes hemos mencionado. En verdad, cuidaba a los indios como capital, fuente de riqueza, tanto mano de obra como tributarios.

El historiador Jorge Basadre Grohmann dice que producto de las ideas de Toledo y de las formas jurídicas de Polo de Ondegardo, tenemos las reducciones de indios, auspicio y apoyo a los corregidores, repartimientos de indios, las mitas de plata y azogue, los obrajes, plantaciones de coca, facultades de los caciques, tributos, etcétera. Empero, nosotros agregamos que alguna responsabilidad debe recaer en Polo sobre las acciones que ennegrecen la administración toledana, como, por ejemplo, la instauración del Tribunal de la Santa Inquisición en 1570, el írrito juicio y muerte (degollamiento) que le dio a Túpac Amaru I, en agosto de 1572, después de reducirle por la fuerza al no poderle sacar con astucia de Vilcapampa, donde se encontraba escondido, y desterrar a sus hijos a diferentes lugares del reino. Este hecho fue desaprobado por el rey Felipe II, mediante Real Cédula (21-12-1573), la misma que, según el propio Polo, tuvo por finalidad desagraviar a los indios. Sin embargo, Toledo siguió al mando del virreinato por ocho años más, contando con su valiosa colaboración.


Polo de Ondegardo, además de las dos obras mencionadas, es autor de Relación del linaje de los Incas y cómo extendieron ellos sus conquistas, obra que leyó el Inca Garcilaso de la Vega y así lo apunta en sus Comentarios Reales de los Incas, a la par de afirmar que le conoció personalmente y fue quien le mostró las momias de los reyes incas que había desenterrado y conservaba en su posada. Ordenanzas de las minas de Guamanga (1562), Instrucción contra las ceremonias y ritos que usan los indios conforme al tiempo de su infidelidad (1567), Impugnación a fray Bartolomé De Las Casas en defensa del señorío de los Reyes de España sobre las Indias (1571), etcétera. Porras señala que la obra de Polo “es difícil, confusa y hasta ahora bastante incompleta, porque los escritos del Licenciado circularon manuscritos en su época y de ellos se hicieron diversas copias, con variantes y supresiones y a veces correcciones y ampliaciones del autor”.

Trabajo individual
1. Importancia de las fuentes.
2. Apreciación sobre el artículo.

Entrega: Viernes 31 de octubre

viernes, 17 de octubre de 2014

C.P. HISTORIA

Asignatura: Pensamiento Político, siglo XX
 
LA IDEOLOGÍA PEQUEÑO-BURGUESA PRO-IMPERIALISTA


Como en toda sociedad, el Perú posee en su estructura social sectores que se ubican en la mitad de la pirámide clasista. La sociología norteamericana y burguesa en general denomina a ese segmento como “clase media” o fracciones mesoclasistas que, a decir de ellos, es la clase que quedará como única en el futuro, porque a ella se reducirán por un lado la clase “alta” cuando ésta cobre conciencia de que atesora egoístamente exorbitante riqueza que debería compartirla con otras franjas, y la clase “baja” porque una vez que se instruya ésta, alcanzará mejores niveles de vida material e intelectual.

El materialismo histórico conceptúa, en cambio que, conforme se agudizan las contradicciones, la pequeña burguesía quedará diluida en algunos de los dos polos extremos de la organización social. O se proletariza por no tener poder adquisitivo para subsistir y entonces no le toca sino compartir con los obreros en la lucha de clases, enfrentándose al poder dominante porque lo ha pauperizado (empobrecido). O en su defecto, obtiene alguna ventaja trabajando con denuedo y tesón para encontrar un sitio en la esfera burguesa o espera algún “milagro”, el azar o la casualidad, para situarse en el escalón del sector dominante. Lo más común es que se empobrezca. Tal es lo que ocurrió, por ejemplo, con MANUEL GONZÁLES PRADA, que habiendo pertenecido sus padres a una aristocracia católica y ultraconservadora, terminó relegado por otros congéneres que con mentalidad pragmática se valieron de los oscuros negocios del guano, de la refinanciación de la deuda pública o de su entendimiento con el imperialismo, para insertarse dentro de la oligarquía peruana. Precisamente esta situación lo indigna y según Basadre lo saca de sus casillas y lo hace estallar hasta lanzar imprecaciones contra los defensores del statu quo.

Es verdad que Prada como mediano rentista de su hacienda “Tutumo” y de sus solares limeños tiene ingresos superiores a sus gastos de manutención y sufraga sus necesidades con su propio estipendio, pero esta clase de intelectuales, según explica Mao Tsetung, en tiempos de guerra se unen a las acciones. Y esto es lo que hace Prada en pleno conflicto bélico. Por ello le mortificará la conducta del presidente Mariano Ignacio Prado; pero las energías de Gonzáles Prada que muy bien podrían haber sido correctamente canalizadas a través de una paciente organización partidaria, aprovechando la correlación de fuerzas existente en ese entonces, no las emplea.

Gonzáles Prada está desesperado porque la revolución se haga inmediatamente y a nivel universal. No cree en los pasos trazados por la ideología proletaria. Más lo convencen Bakunin, Kropotkin, Réclus y Faure, y entonces su lucha no la dirige sólo contra las clases que están instaladas en el poder (terratenientes, burguesía incipiente y testaferros del imperialismo), sino contra todas las clases y sectores sociales, contra todas las autoridades e instituciones, para finalmente terminar sin partido, sin organización y sin éxito.
Por acusar y poner en el banquillo a todo el mundo, termina sin afectar los intereses del capitalismo monopólico que continuará esquilmando en los enclaves . Y tal es lo que acontece también con Haya de la Torre que, siendo de abolengo aristocrático (según su biógrafo Eugenio Chang Rodríguez), al llegar a Lima ya no puede competir en San Marcos con los Aspíllaga, Miró Quesada, los Prado y los Pardo. Empezará así a combatirlos primero desde la trinchera de la Federación de Estudiantes del Perú y después desde su propio partido. Imbuido de literatura anarquista y marxista, su comportamiento sin embargo varía de matiz; utiliza un lenguaje pugnaz en sus intervenciones como estudiante y político; pero, en su afán de trepar a posiciones más expectantes, por su condición económica cercana a la mediana burguesía, capituló dando crédito a la propaganda de ésta y en su intimidad empezó a desconfiar de la revolución que su séquito esperaba. Por ello, Haya finaliza desairando a Barreto en Trujillo, a los marineros en el Callao, a Jiménez en Ancash; por esta misma razón, cuando De la Puente, Malpica, Valle Riestra y De las Casas le increpan por la dilación (tardanza) de las acciones revolucionarias, se incomoda y concluye decretando la expulsión.

La conducta pequeño-burguesa es como sabemos, fluctuante, versátil y oportunista, y la inconveniencia más clara en el panorama de la lucha de clases reside en que, cuando dicha clase está conducida por líderes que están más cerca de la burguesía, rematan hipotecando su programa a favor de la clase fundamental que tiene el control de los medios de producción, esto es, si bien al comienzo pueden proclamar banderas antiimperialistas, al final acaban sometiéndose a los designios del capitalismo monopólico. He ahí su carácter pro-imperialista.

De los pequeño-burgueses que ocupan el escaño parlamentario o de los que ofician de funcionarios, así como de los juristas y asesores tampoco puede esperarse acciones que favorezcan a las clases desposeídas. Esto es lo que sucedió con Hildebrando Castro Pozo y Luciano Castillo, que llegaron a fundar en Piura un Partido Socialista desorientando al campesinado y proletariado, o el caso de Uriel García, José Antonio Encinas y Luis E. Valcárcel, que siendo indigenistas y sensibles frente a la opresión del campesinado peruano, por conservar su situación de clase no arriesgaron a nada. Es cierto que no se pronunciaron en contra de la revolución bolchevique, pero también es cierto que su contribución a la forja del proletariado no estuvo dentro de sus objetivos. El suceso más aleccionador es el de Valcárcel, quién después de haber anunciado poéticamente en Tempestad en los Andes la presencia de un Lenin peruano, a partir de 1945 y coincidentemente cuando ejercía la función de Ministro de Educación, modificará sus puntos de vista ante la agresión yanqui y finalizará facilitando la entronización de éste en los asuntos culturales de nuestro país. Esto no quiere decir que todo lo ejecutado por el indigenismo haya caído en saco roto. Si tenemos en cuenta las limitaciones de clase que poseen los movimientos reformistas y populistas de este género, coincidiremos con Carlos Iván Degregori que sintetiza este humor en las siguientes características:

• Su pensamiento sobre el pasado, porque algunos de ellos pidieron su retorno al Tawantinsuyo.
• Su racismo, porque estuvo dirigido a defenestrar a los blanco e hispanos.
• Su exotismo, porque algunos pequeño-burgueses se sirvieron para mercantilizar la indumentaria autóctona (chullos, ponchos, mantos, etc.).
• Su paternalismo,  porque creyeron que invocando a los gobernantes de turno como Leguía, podría obtenerse la compasión de la clase dominante.
• Su populismo,  porque insufla en demasía el papel del campesinado con olvido de la ideología proletaria.

Se registra entonces en el Perú hasta el instante en que sale a la palestra José Carlos Mariátegui, el que al haber identificado como Gonzáles Prada, el “problema del indio” como un problema nacional, según José Aricó en una “forma particular y concreta” y al haber señalado el papel del proletariado, de las masas rurales y de los intelectuales en la revolución habría de entregar una de las más importantes contribuciones al país, y al mundo.

Fallecido el Amauta, en las décadas del treinta y cuarenta, brotan opacamente algunas tendencias neoindigenistas, hasta que en 1955, emerge el Movimiento Social Progresista, cuyo ideólogo más visible fue Augusto Salazar Bondy, pero su pensamiento es también de cuño pequeño-burgués. Salazar y todos los integrantes de ese movimiento conceptuaban que la prédica marxista de contribuir a situar al proletariado en el poder, era dañino porque limitaba los derechos de las otras clases sociales y atentaría contra todo principio democrático y revolución auténtica. Y es que, si bien Salazar no tiene por objetivo inmediato el amasamiento de fortunas, puesto que su cenáculo está conformado por intelectuales de clara tendencia idealista-ética, sin embargo en la confrontación “terratenientes-yanaconas”, “burguesía-proletariado” no optan por una línea clara. Prefieren mantenerse neutrales, aunque no se oponen a la revolución; algunos de ellos simpatizan con la gesta cubana de 1959 aunque otros se quedan estupefactos. Pero Marx, en Miseria de la Filosofía ha aclarado suficientemente que apelar al humanitarismo o a la filantropía, para reclamar que el Perú redoble sus ingresos levantándose temprano y acortándose tarde, no tiene como meta el socialismo, sino convertir a todos los hombres en burgueses. He ahí el carácter pro-imperialista de las tendencias “humanistas”.


Termina esta tercera parte del texto, adjuntando sucintamente el pensamiento de David Sobrevilla Alcázar, intelectual que vienen dedicando sus esfuerzos a la estructuración de una completa Historia de las Ideas en el Perú. La periodización de las épocas del pensamiento peruano y la clasificación de los pensadores por cada época no difiere sustancialmente del cuadro que nos ofrece Salazar Bondy o Miró Quesada. Está ausente el carácter de clase del pensamiento de cada uno de nuestros intelectuales. Y esto porque Sobrevilla no es un filósofo marxista. Es un estructuralista. Sin embargo, es rescatable su opinión en torno a que la filosofía no puede servir sólo al país en el cual nace. Concuerda en ese sentido con Guardia Mayorga, en la dimensión ecuménica de la capacidad reflexiva.

Trabajo:
- Elaborar preguntas en base a la lectura. (Para el martes 21 de octubre)

jueves, 2 de octubre de 2014

C.P. HISTORIA

ASIGNATURA: HISTORIA UNIVERSAL II

Desarrollar CINCO Ideas principales sobre el video: 
Renacimiento: conmercio y burguesía